Las batallas son, usualmente, lugares, escenarios, cargados de dolor, de sufrimiento, de miedo, de temor, de inquietud y, en no pocas ocasiones, se manifiesta lo imposible.
Uno de esos lugares marcado por la Historia y por la tragedia es el Cabo de Trafalgar, un maravilloso entorno natural catalogado como parte de la Red de Espacios Nacionales Protegidos de Andalucía.
El cabo es un islote que se une a la tierra peninsular por medio de una lengua de arena y que tuvo su cita con la Historia un 21 de octubre de 1805 con el enfrentamiento a la armada inglesa de la coalición franco-española.
En este entorno son muchos los testigos que han afirmado ver, caminando por la playa, a una hermosa dama, vestida de blanco, que irradia cierta luz y que es conocida como “la dama blanca del Cabo de Trafalgar”. Cuenta su cruel y terrible leyenda que la mujer se suicidó en aquella misma playa, un suicidio por amor. Son los marineros, de diferentes épocas, los que han tenido la oportunidad de verla mientras faenan en la costa y que quedan impresionados ante aquella espectral visión.
Igualmente se pueden escuchar los cañonazos del fragor de una batalla, los cañonazos de la hundida armada franco-española al igual que los lamentos de aquellas vidas que se perdieron en aquella lucha a principios del siglo XIX e incluso divisar, desde la orilla, la silueta y el velamen de los antiguos navíos de guerra.
Es una zona rica en leyendas, en fantasmas y en Historia. Muchos creen que el Cabo de Trafalgar es un lugar de poder donde, hace casi tres milenios, existía un templo a una antigua deidad que posteriormente, en época del Imperio Romano, ocupó el templo a Juno. Era denominado como Promontorium Lunionis, donde además hubo una factoría de una “sabrosa” salsa llamada garum y de salazones.
Igualmente el saber popular nos habla que allá, bajo sus aguas, se esconden los vestigios submarinos de la Atlántida, o quizás más real, nuestra más andaluza Tartessos.
Pinturas rupestres del 3500 a.C., del Neolítico, con sus costumbres y ritos, con sus usos y herramientas cotidianas.
En siglos posteriores el lugar fue también asentamiento musulmán donde fijaron una factoría de cerámica y en cuyas proximidades podría haber estado la ciudad árabe de Bekka.
Uno de esos lugares marcado por la Historia y por la tragedia es el Cabo de Trafalgar, un maravilloso entorno natural catalogado como parte de la Red de Espacios Nacionales Protegidos de Andalucía.
El cabo es un islote que se une a la tierra peninsular por medio de una lengua de arena y que tuvo su cita con la Historia un 21 de octubre de 1805 con el enfrentamiento a la armada inglesa de la coalición franco-española.
En este entorno son muchos los testigos que han afirmado ver, caminando por la playa, a una hermosa dama, vestida de blanco, que irradia cierta luz y que es conocida como “la dama blanca del Cabo de Trafalgar”. Cuenta su cruel y terrible leyenda que la mujer se suicidó en aquella misma playa, un suicidio por amor. Son los marineros, de diferentes épocas, los que han tenido la oportunidad de verla mientras faenan en la costa y que quedan impresionados ante aquella espectral visión.
Igualmente se pueden escuchar los cañonazos del fragor de una batalla, los cañonazos de la hundida armada franco-española al igual que los lamentos de aquellas vidas que se perdieron en aquella lucha a principios del siglo XIX e incluso divisar, desde la orilla, la silueta y el velamen de los antiguos navíos de guerra.
Es una zona rica en leyendas, en fantasmas y en Historia. Muchos creen que el Cabo de Trafalgar es un lugar de poder donde, hace casi tres milenios, existía un templo a una antigua deidad que posteriormente, en época del Imperio Romano, ocupó el templo a Juno. Era denominado como Promontorium Lunionis, donde además hubo una factoría de una “sabrosa” salsa llamada garum y de salazones.
Igualmente el saber popular nos habla que allá, bajo sus aguas, se esconden los vestigios submarinos de la Atlántida, o quizás más real, nuestra más andaluza Tartessos.
Pinturas rupestres del 3500 a.C., del Neolítico, con sus costumbres y ritos, con sus usos y herramientas cotidianas.
En siglos posteriores el lugar fue también asentamiento musulmán donde fijaron una factoría de cerámica y en cuyas proximidades podría haber estado la ciudad árabe de Bekka.
Un lugar marcado por la Historia, por la Leyenda y por la tragedia de aquellos que perdieron la vida en su playa o en su costa y que hoy se manifiestan allí.